Las sombras del manicomio


 Había una vez un pequeño pueblo rodeado de densos bosques oscuros. Los lugareños siempre hablaban de un antiguo manicomio abandonado, ubicado en lo profundo de esos bosques. Se decía que estaba habitado por espíritus malvados y que cualquier persona que se atreviera a entrar nunca saldría con vida.


Un joven valiente llamado Lucas, atraído por la emoción y el misterio, decidió explorar el manicomio por sí mismo. Desafiando todas las advertencias y supersticiones, se adentró en los bosques con una linterna en la mano. El viento soplaba fuerte, haciendo crujir las ramas y creando una atmósfera de inquietud.


A medida que Lucas se acercaba al manicomio, el aire se volvía cada vez más espeso y frío. La estructura estaba en ruinas, con ventanas rotas y puertas oxidadas. A pesar de la aparente desolación, Lucas sintió como si alguien lo observara desde las sombras.


Con paso tembloroso, Lucas entró al edificio. El interior estaba lleno de corredores lúgubres y habitaciones abandonadas. La luz de su linterna proyectaba sombras inquietantes en las paredes, y los sonidos de sus propios pasos resonaban en el silencio. Cada rincón parecía susurrarle algo al oído, llenándolo de una sensación de pavor.


A medida que Lucas exploraba más, comenzó a escuchar susurros y risas siniestras que parecían provenir de ninguna parte. La linterna parpadeaba y se apagaba intermitentemente, dejándolo en la oscuridad durante breves momentos. Los murmullos se intensificaron y las voces se hicieron más claras, llenando su mente de pensamientos oscuros y perturbadores.


Lucas sintió cómo su cordura se desvanecía lentamente. La línea entre la realidad y la imaginación se volvía borrosa. Visiones de pacientes torturados y voces retorcidas lo acosaban sin piedad. Cada paso que daba parecía llevarlo más profundo hacia la locura.


Desesperado por escapar, Lucas corrió hacia la salida. Pero los pasillos parecían interminables y las puertas se cerraban y abrían sin ninguna explicación. La presencia maligna parecía jugar con él, alimentándose de su terror. Estaba atrapado en una pesadilla de la que no podía escapar.


Finalmente, exhausto y desesperado, Lucas cayó al suelo. Las risas malévolas lo envolvieron mientras se entregaba a la oscuridad. Nunca más se supo de él, y su historia se convirtió en una advertencia para todos aquellos que se atrevieran a enfrentarse a los terrores psicológicos del antiguo manicomio.


Desde entonces, el manicomio permaneció como un recordatorio sombrío de los horrores que pueden habitar en la mente humana, y aquellos que pasaban cerca podían jurar que aún podían escuchar los susurros de las almas atormentadas que lo habitaban.

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