El Diablo en el espejo
Había una vez una niña llamada Emily, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de bosques oscuros y misteriosos. Emily era una niña curiosa y siempre buscaba aventuras en cada rincón. Un día, mientras exploraba el desván de su casa, encontró un viejo espejo cubierto de polvo y olvidado en un rincón oscuro.
Intrigada por su hallazgo, Emily decidió limpiar el espejo y ver qué se ocultaba detrás de su superficie desgastada. Pero cuando Emily se asomó al espejo, algo extraño sucedió. Una nube de humo negro comenzó a emerger del espejo, y el rostro de un ser malvado y siniestro apareció frente a ella. Era el mismísimo Diablo.
El Diablo había estado atrapado en el espejo durante siglos, esperando el momento adecuado para ser liberado y sembrar el caos en el mundo. Pero Emily, con su pureza y valentía, logró atraparlo en su interior antes de que pudiera escapar por completo.
A partir de ese momento, el Diablo se encontraba atrapado en el reflejo de Emily, incapaz de causar daño a nadie. La niña, sin saber qué hacer, decidió mantener el espejo en secreto y guardarlo bajo llave en su habitación.
A medida que pasaba el tiempo, Emily comenzó a notar cambios extraños en su comportamiento. A veces se sentía tentada a hacer cosas malas, a lastimar a otros o a ser desobediente. Pero cada vez que intentaba liberar al Diablo, su reflejo en el espejo le recordaba el poder del mal y el caos que podría desencadenar.
Emily se dio cuenta de que, aunque el Diablo estaba atrapado dentro de ella, no podía permitir que su influencia negativa la controlara. Decidió luchar contra esas tentaciones y utilizar su fuerza interior para resistir el mal. Comenzó a realizar actos de bondad y compasión, y poco a poco su reflejo en el espejo se volvió más brillante y lleno de luz.
Con el tiempo, Emily descubrió que el amor y la bondad eran más poderosos que cualquier fuerza maligna. Aprendió a controlar al Diablo dentro de ella y a utilizar ese conocimiento para ayudar a los demás. Se convirtió en una protectora de los inocentes y en una defensora de la justicia.
El espejo se convirtió en una herramienta poderosa para Emily. Aunque el Diablo seguía atrapado en su interior, ella lo utilizaba como recordatorio de la importancia de elegir el bien sobre el mal. El espejo se convirtió en un símbolo de su fortaleza y su capacidad para superar la adversidad.
Y así, Emily siguió su camino, enfrentando desafíos y tentaciones, pero siempre manteniendo la fuerza de su bondad. El Diablo atrapado en el espejo se volvió más débil con el tiempo, hasta que finalmente desapareció por completo.
Emily demostró que, incluso cuando tenemos fuerzas oscuras dentro de nosotros, podemos elegir el camino del bien. Aprendió que el verdadero poder reside en el amor.
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