El buen café




 Desde que abrí los ojos esta mañana, un deseo incontrolable se apoderó de mí: anhelaba un buen café. El aroma penetrante y reconfortante del café recién hecho inundaba mi mente y despertaba mis sentidos. No podía resistir la tentación de satisfacer mi anhelo por esa taza humeante que me prometía un sabor inigualable.


Me levanté de la cama con renovada energía, decidido a hacer realidad mi deseo. Me dirigí a la cocina con pasos apresurados, sintiendo la anticipación crecer con cada segundo que pasaba. El sonido del agua hirviendo en la cafetera me llenaba de emoción, como si estuviera a punto de presenciar algo mágico.


Finalmente, el café estaba listo. Llené una taza con ese líquido oscuro y aromático que tanto había deseado. Sus vapores cálidos acariciaron mi rostro mientras lo acercaba a mis labios. Inhalé profundamente, permitiendo que el aroma impregnara mis fosas nasales. Un suspiro de placer escapó de mis labios antes de dar el primer sorbo.


El sabor del café era glorioso. Un deleite para mis papilas gustativas. Sentí cómo el líquido caliente recorría mi garganta, infundiendo vida en cada célula de mi cuerpo. Cerré los ojos y me sumergí en el éxtasis del sabor, dejando que mi mente se transportara a lugares lejanos y desconocidos.


Mientras saboreaba mi café, me di cuenta de que no solo estaba bebiendo una bebida, sino que estaba experimentando un momento de auténtico placer. El café se convirtió en un elixir que alimentaba mi espíritu, un regalo de los dioses que me conectaba con el mundo de una manera especial.


Después de terminar mi taza, me sentí lleno de energía y gratitud. Ese deseo irresistible había sido satisfecho, y me sentía más completo que nunca. El café, con su aroma y su sabor, me había brindado una experiencia única que no podría haber obtenido de ninguna otra manera.

Desde ese día, el café se convirtió en mi compañero fiel. Cada mañana, antes de enfrentar el mundo exterior, me tomo un momento para preparar una taza y deleitarme con su aroma y sabor. El café se ha convertido en un ritual sagrado que me permite conectarme conmigo mismo y encontrar calma en medio del caos.


Porque el café no es solo una bebida, es un recordatorio de que los pequeños placeres de la vida pueden traer una gran alegría. Es un recordatorio de que debemos tomarnos un tiempo para saborear cada momento y apreciar los pequeños detalles que nos rodean. Y así, cada sorbo de café se convierte en un recordatorio de vivir plenamente y disfrutar de la belleza que nos rodea.

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